La marca
que dejaron las gotas de agua hace 2.700 millones de años ha servido para
deducir cómo era el ambiente en el planeta azul. Los resultados rebajan la
densidad del aire en comparación con los niveles actuales.
Las gotas
de agua que se han analizado provienen de la lluvia que cayó en ceniza
volcánica hace entre 2.700 y 11.700 millones de años. Al entrar en contacto con
la superficie, estas lágrimas crearon hoyuelos que más tarde se integraron en
las rocas del sur de África que ahora se han estudiado.
La forma de
las gotas de agua depende de la presión atmosférica. Para ser consideradas como
tal, su tamaño no debe crecer más de siete milímetros de diámetro. Cuando
alcanzan esa medida, se disuelven en gotas más pequeñas. Para asegurarse de
ello, los investigadores examinaron con detenimiento las huellas que dejaron
las gotas de lluvia que cayeron en la ceniza del volcán islandés Eyjafjalla,
que paralizó el espacio aéreo europeo en 2010.
Estas
investigaciones permiten obtener un conocimiento más amplio de la climatología
de la antigüedad gracias a la arqueología, lo que nos permite intuir, a través
de previos cambios climatológicos, como puede cambiar la climatología de los
próximos miles de años.